Menudo dos
meses llevo de cambios: mudanza, nueva ciudad en la que perderse, nuevos
empleos, minivacaciones intensas, curso de buceo y cómo no, nuevos personajes
que añadir a la que viene siendo la película de mi vida.
Siempre
digo que tengo suerte con la gente de la que me rodeo. En todo momento, siento
estar en familia, porque los amigos, sean los de siempre o los nuevos y hasta
los esporádicos, suelen darme ese calor familiar que me hace sentir que realmente no estoy
sola.
Como
ya os he dicho, en estos últimos dos meses he ampliado el número de conocidos de
manera exponencial, de repente soy un nuevo “pollito” en el gallinero, soy la
nueva compañera de piso o más bien, la nueva “ocupa”, la nueva chica española
en una fábrica de galletas o la nueva cocinera en un restaurante español
regentado por un albanés y un portugués, con un equipo de cocina compuesto por
un venezolano y un marroquí.
No
deja de sorprenderme cómo hay momentos en la vida que aparece alguien y en poco
tiempo se hace vital y parece que estaba ahí desde siempre y es que las
situaciones intensas llevan a eso y las convivencias más.
Los que
de mi cerca estáis, sabéis lo indecisa que me encuentro, la de dudas que tengo
de seguir esta aventura extranjera, hay momentos en los que la desesperación
por cambiar mi situación laboral y las barreras que aquí me encuentro, hacen
que valore volver a casa, aunque el panorama laboral aún no pinte boyante.
Desde aquí
os doy las gracias a todos por escuchar mis quebraderos de cabeza, mis teorías y
suposiciones y sobre todo gracias por el apoyo y consejos que me habéis dado,
en especial a mi compañero de piso Ernesto, por su paciencia, por sacarme la
sonrisa hasta en mis momentos de bajón y por los abrazos de buenos días, que me
recuerdan a los de mi madre, que tanto echo de menos.
Después
de toda esta introducción, vuelvo al motivo que me ha sentado hoy a escribir y
es que entre todas estas nuevas personillas que van apareciendo últimamente en mi
camino, ha aparecido una muy especial y que ha entrado arrasando: “ mi habibi” ,
como cariñosamente lo llamo.
Siempre
he dicho que las mejores conversaciones, o por lo menos en mi familia es así, se tienen en la cocina y es que
el calor de los fogones creo, dilata los poros y hace que los sentimientos
afloren con más facilidad y sin darte cuenta, ante ellos, quedas expuesto.
Pues os
podéis imaginar lo que es trabajar en una cocina… Son muchas las horas de
preparación que se necesitan para que una carta de un restaurante, por sencilla
que parezca, esté a punto a la hora del servicio. Estas horas son un mano a
mano con tus compañeros pero a la vez, es una intensísima convivencia en la que
se forja la amistad, la confianza y el cariño.
De mi
humilde experiencia en hostelería tengo ese grato recuerdo de mis compañeros de
trabajo, aún hoy, grandes amigos, pero en esta ocasión y en escaso quince días,
esto más que entre fogones y a fuego lento, parece que he cocinado una amistad
con receta de microondas.
Supongo
que todo influye y que solo el punto de partida, que no es otro que estar fuera
de tu entorno natural, en otro país y con una mochila cargada de
incertidumbres, hace que todo se intensifique más. La cuestión es que desde mi
primer día en el Restaurante Las Tapas, donde he pasado a ser la tercera
componente del equipo de cocina, he encontrado la puerta abierta a lo que por
ahora pinta a ser una amistad de las que no se olvidan jamás.
Con el resto de compañeros he de decir que me
encuentro igualmente comodísima y mimadísima, pues soy la única “señora” del
grupo, (como jode ya que me digan señora, pero hay que ir asumiendo la edad).
Adil,
mi habibi, es el personaje al que dedico hoy mi entrada, pues además es seguidor de
este humilde blog de aventuras, le prometí que escribiría algo sobre él en
algún momento.

El día
de mi prueba de trabajo fue el pasado 3
de Noviembre, un lunes a las tres de la tarde comienza esta aventura. Vuelvo a
colocar mi traje de cocina después ya de unos años sin trabajar. Algo nerviosa
y torpona es la sensación que tengo de estos primeros días, pero curiosamente a
diferencia de otras veces, tengo la sensación de llevar meses con mis
compañeros. Con mi habibi ha sido algo increíble o tal vez, tenía mucha necesidad de desahogar
sentimientos que tenía algo reprimidos, pero es como si se hubiese leído las
instrucciones de montaje, el tío me ha calado en un plis plas y con esa gracia
que le caracteriza, ha hecho que abra las compuertas de mi corazón y me
sincere. Si mi madre lee esto sé que dirá: tú tan transparente como siempre, lo
mejor es, que lo he heredado de ella.

Sé que
nos une un puesto de trabajo en un extraño lugar, que tal vez en otras
circunstancias estaríamos en planos paralelos, pero el destino nos ha cruzado y
en escasos quince días has conquistado con habilidad mi corazón. Espero seguir
riendo a tu lado, seguir sintiéndome tu “habibi” en el trabajo, seguir
admirando como trabajas y que en plena bulla tengas un segundo para cruzar una
mirada y soltar una de tus chorradas o piropos, quiero seguir transmitiéndote esa
tranquilidad que dices que te inspiro, quiero que siga creciendo esta complicidad
que hay desde el primer momento y que se forje una buena amistad entre fogones
y fuera de ellos. No pierdas nunca esa alegría que te caracteriza, esa pizca de
locura, frescura y poca vergüenza que le echas a todo, chuleras como no hay
otro, pero cargado de buenos sentimientos, “moro” hasta la médula para lo que
te interesa, pero abierto de mente, eso te hace más que especial.
Siempre digo que mis amigos son mi mayor fortuna y contigo sumo otro tesoro encontrado y hoy me siento capitana orgullosa de ondear mi bandera pirata.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHay q ver eh! Tengo tantas cosas buenas y nunca lo supe,jajajaja.
ResponderEliminarSuerte la mia en conocer una persona tan noble y cariñosa como tu , no cambies
TE QUIERO MUCHO MI NIÑA :*